Por Sebastián Valdés Lutz
Publicada el 21/02/2022
Revista El Campo – Diario El Mercurio
Los eslabones de la cadena de agroalimentos casi nunca son simétricos. En algún punto entre el productor y el consumidor alguien suma el volumen suficiente para obtener beneficios adicionales de la escala. Un gran productor, que representa una porción importante de la oferta nacional de una determinada variedad; una gran exportadora, que comercializa la producción de muchos agricultores; un gran mayorista, que abastece una zona importante de un país; un gran minorista, que tiene una participación importante en el consumo final.
La escala es el preciado botín que hace rentables las inversiones en capital humano, infraestructura y tecnología. Buenos gerentes, técnicos y profesionales, sólo se consiguen con escala. Grandes espacios, inocuos, que permitan un flujo eficiente de insumos y productos, sólo se consiguen con escala. Robotización, automatización, selección electrónica, inteligencia artificial, sólo se consiguen con escala.
La empresa que es un eslabón pequeño en la cadena agroalimentaria, y no goza de los beneficios de las escalas, está más expuesta al riesgo inherente del mercado en que opera, sus flujos futuros son más inciertos, y su valor empresa dista poco del valor de liquidación neto de sus activos. Con seguridad, si deja de crecer, la obsolescencia de su operación, administración o gobierno, la condenarán a la muerte en pocos años.
El empresario agrícola habitualmente genera a pulso el proyecto de crecimiento de su negocio. Ya sea por celo excesivo sobre la información, sobrevaloración de lo propio, seguimiento de estereotipos, o simple falta de creatividad, no considera opciones divergentes para anticipar los beneficios de la escala en forma inorgánica, como lo sería cualquier forma de asociatividad.
Lamentablemente, la excesiva atomización no sólo resta competitividad internacional a las empresas, sino también a las agroindustrias que pertenecen, dejando al sector agrícola chileno en desventaja frente a sus pares. Vale la pena explorar caminos para, sin dejar de lado el estímulo a la innovación inherente al emprendimiento, fomentar la generación de grandes empresas que puedan competir globalmente. Fomento del crecimiento, escalas, fusiones, adquisiciones, alianzas, asociaciones, son una forma de divergir, y hay que atreverse a divergir.
Más grande es Más competitivo. Más es Más.
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